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Washington refleja la imagen más utópica de los Estados Unidos. Hacía 2000 años que el hombre no había planificado la creación de una nueva ciudad, cuando los padres de la nación norteamericana, después de la Declaración de Independencia, decidieron fundar la capital del nuevo estado sobre 10 millas cuadradas al sur del río Potomac, en tierras cedidas por los estados de Virginia y Maryland, a una distancia equidistante entre Nueva Inglaterra y Georgia, que cerraban al norte y al sur respectivamente la lista de estados fundacionales.
Nacida por una voluntad política, llevaría el nombre del primer presidente de los Estados Unidos de América y sería la sede del gobierno de la nación, con plena autonomía y libre de la jurisdicción política de cualquier estado, para garantizar la seguridad e independencia de senadores y congresistas.
Washington, Distrito de Columbia, en honor de Cristóbal Colón, debía representar la grandeza del nuevo estado y ser símbolo de un nuevo mundo y de un nuevo orden basado en la razón.
