Ubicada en la región occidental del Océano Pacífico, aproximadamente a 511 millas del puerto de Acapulco, su punto más cercano con tierra firme, la Isla de la Pasión tiene características geográficas tan peculiares que parece mentira que tantos se hayan disputado ese pequeñísimo trozo de tierra donde la vida es exigua: tierra infértil, vegetación escasa, aguas nocivas para la salud, peces no comestibles. Norteamericanos, ingleses, franceses y Mexicanos, en algún momento pugnaron por ejercer su soberanía sobre ese pequeño islote de aproximadamente cinco kilómetros cuadrados de superficie calcárea y una pequeña laguna de agua salada que, según testimonios, se puede recorrer en su totalidad durante una mañana.
Se atribuye el descubrimiento al marinero español Álvaro de Saavedra, quien realizó expediciones por órdenes de Cortés, pues en su diario de navegación anotó un avistamiento de tierra en las coordenadas donde se ubica la Isla de la Pasión.
La única riqueza natural que posee la isla, los abundantes yacimientos de guano, fue motivo de desavenencias entre compañías inglesas y norteamericanas, que se disputaban los derechos de extracción.
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