El circo de Dios (Documentos TV)

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En Estados Unidos, existen diversos predicadores del evangelio que plantan sus carpas itinerantes de tela por toda la geografía de los Estados Unidos. Estas personas dicen tener dones psíquicos y espirituales con los que curan a los enfermos y salvan almas. El público al que se dirigen suele ser de edades superiores a los cuarenta años, de capas sociales bajas, especialmente de zonas rurales. Es curioso observar el incremento de gente joven que se acerca a estas ceremonias mitad-religiosas, mitad sanadoras o milagreras. Y dicen ante las cámaras del programa que «no hay mejor ‘colocón’ que el que produce Cristo»… «no se puede comparar con el ácido o la marihuana», dicen los más
encendidos entusiastas al finalizar las largas y ruidosas catarsis que se producen en el interior de las carpas de los predicadores.

Hay personas que incluso viajan más de mil kilómetros para acudir a una ceremonia de un conocido predicador. No tienen dinero, duermen en el coche y su única ilusión es la de poder estar presente en el acto para experimentar el trance espiritual y sentirse curadas de sus dolencias de todo tipo. Todd Bentley es un caso paradigmático. Un joven de 28 años, amante de la velocidad y de la estética motera dice a todo el que se le acerca que quiere «tener» un millón de almas, que antes de cumplir 29 años quiere curar a un millón de almas y afirma con todo tipo de expresiones que él puede curar el cáncer o cualquier otra enfermedad porque está tocado por el Espíritu Santo. Sus ceremonias son espectaculares. Desmayos, gritos, llantos, personas que dicen sentirse curadas de forma espontánea, otros que aseguran sentir la energía divina, madres que llevan a sus hijos enfermos para que sean sanados milagrosamente… Dice Bentley que él cree en el cristianismo real, no en el que se queda en las formas, sino en el que se manifiesta el Espíritu Santo. Y afirma contundente que de sus manos sale un fuego que puede curar.

Un espectáculo en el que se unen la fe, la superstición, y los intereses económicos más o menos ocultos.
Bajo las carpas se instruye sobre los peligros del alcohol y las drogas, se advierte sobre la vida materialista sin principios, se dice que solo Dios puede curar cualquier enfermedad y se garantiza la vida eterna. En las iglesias, dicen los predicadores, hay una concepción preestablecida, pero cuando se entra en una carpa y no existir esa concepción la gente se pregunta lo que va a ocurrir allí, se siente cómoda… es como un circo, «Nunca sabes lo que puede pasar». Aunque no busquen a Jesucristo o a Dios, la gente se queda fascinada por el montaje, buscan un milagro y averiguar si realmente eso que han contado es cierto.



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