Votos de silencio (Documentos TV)

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Los «votos de silencio» eran aquellas promesas privadas por las que los jóvenes que sufrieron abusos sexuales por parte de miembros de los Legionarios de Cristo no podían hablar mal de ningún padre ni de ninguno de los superiores de la orden. Además, tenían que informar de cualquiera que lo hiciera.

Aquellos jóvenes no podían cuestionar nada. Al entrar en la orden le obligaban a hacer unos votos, los que llamaban «votos privados», o «promesas privadas», por los que jamás podían hablar mal del padre Maciel ni de ninguno de los superiores de la orden. Además, tenían que informar de cualquiera que lo hiciera.
Los Legionarios de Cristo

El cura Marcial Maciel, de origen mexicano, fundó la congregación de la Legión de Cristo en 1941. Hoy cuenta con ochocientos curas en activo, cerca de quinientos seminaristas y un patrimonio que algunos cifran en 25.000 millones de euros. Además, está implantada en muchos países y, a pesar de los escándalos, tiene una ingente cantidad de fieles laicos y de nuevas vocaciones.

La estrecha relación de Maciel con el Papa Juan Pablo II fue fundamental para la publicidad de la Legión de Cristo y para evitar que los abusos, cada vez más frecuentes, de su líder saliesen a la luz pública. Mientras tanto, las denuncias se iban acumulando en un limbo de silencio.

Después de su muerte, en febrero de 2009, la Legión reveló que el padre Maciel tenía una hija biológica adulta y en agosto del mismo año, algunos informes en España y México hablaban de que tenía cinco hijos más con una segunda mujer.

Votos de silencio también desvela la adicción del fundador de la Legión de Cristo a un derivado de la cocaína. «Tenía los dos brazos destrozados». Así como la utilización que hacía de los chicos y sus influencias. «Para conseguir las recetas, dábamos propinas, dinero -me refiero, sobornos-, a médicos de Roma», recuerda uno de sus ayudantes.

Los escándalos de Marcial Maciel y la multitud de denuncias certificadas en su contra ha acabado salpicando al Vaticano. El mexicano fue un gran agitador de masas durante el pontificado de Juan Pablo II y así consiguió su influencia y protección. Ahora, Benedicto XVI se ve obligado a tomar cartas en el asunto. Tras estudiar el informe elaborado durante seis años por cinco obispos, se dispone a abordar una renovación profunda entre los Legionarios de Cristo.








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